A mis meses
a los abriles que tanto amo
a esos 19 que conté 10 veces
al 14 de febrero que le tengo tanto miedo
a mis deseos utópicos
al niño que quedaba en mí.
Me despido, no por uno, dos, tres, cuatro
cinco
minutos
ni días,
ni noches que pesan tanto
meses tampoco.
Me despido para siempre,
con el gusto que casi no tengo nunca.
Me despido de esas sesiones a lágrima
con botella
de las inservibles vistas al cielo.
Me despido de las letras,
de ella.
De los sublevados vórtices de nostalgia,
de tecleo taciturno en la madrugada
del café con dos de azúcar y par de tabacos
de la lluvia. Especialmente me despido de ella.
Me despido de mi matrimonio,
de ese 20 de agosto que duró tan
sólo un parpadear.
De Yatzil, de Sharon.
Del 2010 en su agonía que me deja un trago amargo
con efectos embriagantes
y dudas. Muchas dudas.
También me despido de ellas
Adiós, para mis bienaventurados
lectores. Para el espacio que crea
poemas a la Benedetti,
adiós a los nocturnos de chopin...
Me voy a vivir & no recordar.
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