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lunes, 25 de julio de 2011

Asunción de adioses

El fango me come hasta los tobillos y pesados los pasos son para llegar a ti, el fango tiene nombre y rostro, tiene vestigios y etiquetas de que es de ti, tu novio. Me importa un bledo caminar con la espalda encorvada o el corazón hinchado, con mis ojos clavados en el cielo mientras por debajo piso mierda. Esta carta no entregada, ni re leída, ni verificada en función de gramática es mero placer como escupir cuando la saliva es amarga, cuando el tabaco se acaba y cuando la resaca aparece con sangre sobre las mañanas. Sé que no lo leerás y no lo haré bonito, sé que quien lo lea no le importará y no será más que un buen texto, la tragedia siempre es atractiva. ¿Por qué importarme tanto la asunción del adiós? La carencia de amor y la nula sonrisa siempre tangente de mí por mí. Para complicarme hicieron falta diecisiete meses y muchos tragos, sonrisas desterradas a mentiras y viceversa, hicieron falta mujeres vacías y la clásica encaprichada de tu persona y egoísmo.
¿Sería egocéntrico pensar en ti como la sublevación de mi debilidad? ¿Pensar en el amor como reto y aunar el reto a mi ego? Doy pasos a ti todavía, con el fango en mis rodillas y el nudo en la garganta, con los costales que llevo a cuestas de recuerdos e intentos de promesas, camino y no sé porque lo hago. Tú corres y yo no creo alcanzarte, mi vicio por la ciudad y lo repentino para ti es malo. Mis consecuentes iras autodestructivas te parecen tontas y es cierto, lo son. ¿Podrías curarme? ¿Podrías sentir mi latir en tu pecho? ¿Podrías callarte y escuchar como lloro? ¿Podrías limpiarme los ojos sin tener miedo a que se corra tu rimel? ¿Podrías buscarme cuando no me necesitas? ¿Podrías?

Asunción de adioses, asumir la inevitable desdicha que, taciturna, te corroe de adentro hasta afuera, quema el flor de piel, las lágrimas serán ácido y los susurros serán llanto... bajo las sábanas. Asunción de adioses para ser tú mismo, el desgraciado. Asunción de adioses para ser menos trágico, menos romanticista, menos idiota y marica. Asunción de adioses para no escuchar piano, para no ver por la ventana, para no esperar una llamada, para no escribir desesperado al teclado o enfrentarse a esa foto tan odiosa como lo es la infidelidad de la llamada el amor de tu vida. Asunción de adioses para gritar en silencio y cerrar la puerta, para salir corriendo azotando coincidencias, mentando madres a ciudadanos monótonos, aventando pintura y ensuciándote de ella. Que importa si cae en tus ojos, asunción de adioses. Qué importa si arruinas tu suéter blanco con el labial de una cualquiera, todo irá destinado a la asunción de adioses....

Todo es una asunción de adioses, mi amor.

Carta no entregada, ni escrita, ni pensada.... ni sentida.

Te amo.
No veo otras palabras taciturnas, sorpresivas o inevitables de empezar a escribirte una carta que no te entregaré, ni leerás, no pensarás, ni sentirás ni recitaré. Seguiré con la botella en mano para empinarla de parrafo en parrafo sólo para saciar la sed que tanto me corroe por dentro, para llenar la saliva que idiota, derramé a tus besos. Puedo ser cursi aquí y no arrepentirme, puedo decir verdades y gritar a los 5 vientos (incluyendo el tuyo) que te amo y así será por siempre. Puedo gritar también que me gustan todas, me ilusionan todas y me tiro a todas. Es la vida de bohemio la que me echo en cara a diario sólo para gustarme más en el careo que se tiene con el espejo los lunes por la mañana. No lo leerás, que tragedia! Que importa, a ti nada te importa. Después de tu novio habrás vivido todo lo que no viviste conmigo y es crudo, pero real, decir que ya no lo querrás hacer más.
Te amo, ya no tengo nada más que escribir.

Vete a la mierda, así se acaba

La ciudad, sus monstruos y tu recuerdo

No sabía si escribir una carta, una reseña, un trágico monólogo con alientos románticos, un poema desesperado o ésto. ¿Qué es esto? No me complicaré, siguiendo lo que siento y veo, teclearé sin miramientos.
La ciudad es una jungla, espesa de edificios que se alzan sobre el cielo y parece le tocan los talones a Jesús o Dios o quien quiera que esté allá arriba repartiendo nubes, dichas, sueños. La ciudad es una tangente para que yo escape, es mi otro yo que se exhibe gris, que se plancha sobre el pavimento llorado a gotas de lluvias que huelen a agosto y no saben si quedarse o darle paso a los arcoiris. Las personas te miran, buscas amor en ajenos y remas contra la corriente de pasos pequeños en el metro, de pasos milimétricos que susurran rutina y abstinencia a pensar. Qué importa si ya no pienso en ti, o si pienso en ti no pensando, o si pienso en ti compartiendo mis transcursos diarios de polo a polo por la enredada liana de mancha plebeya, que importa si tengo que fumar un cigarrillo y te piense 5 minutos o 3 o 2... o dos fumadas y una pisada sobre el cigarro todavía prendido, a tres cuartos. ¿Estornudarás cual mito urbano mientras te hablo sobre la ventanilla del fondo del bus? Quizá te contraiga y encuentre en otros rostros que no son los tuyos, en otros ojos que no son de luna, en otras vergüenzas que están vestidas con las personas que no eres tú pero es preciso recordar.
¿Cómo escribir ésto? Ya son las 3 de la mañana y parece un diario de alcohólico bohemio, pero no te dejes engañar: es peor.
Me voy a dormir pensando en mi rutina, en que tengo que nadar por tus aguas y rocíos de rutina, en que te pensaré mientras tomo de la mano el pasamanos del metro o mientras me duermo al hombro de un desconocido quisquilloso que me despierta. Te pensaré mientras veo a mi novia y tus besos me sepan a ti, mientras le mienta y me mienta.... para escribir algo bueno.


La ciudad, sus monstruos y tu recuerdo. Que mierda de rutina.