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lunes, 15 de agosto de 2011

La verdadera soledad

-Uno sólo muere cuando se siente solo-

Mi soledad había estado transcrita en días sin Sharon, en noches de tragos vacíos y en tardes de pasos por cualquier parque aledaño y sus rostros ajenos. Mi soledad había hablado lo que callaban mis historias de desamor y gritaba el silencio de mi boca en los encuentros con ella, mi soledad siempre fue idiota.
Ni los parques de nostalgia, ni el paredón donde me careaba con el espejo en las mañanas, ni la indiferencia de mi amada que no ama, ni los gatos de la noche en que bebía sin mi autoestima fueron la mitad de lo que ahora es mi verdadera soledad: la muerte de mis óleos.
Ayer fue el peor día de mi vida, día en que murió viore dentro de mí. Murió el genio irreverente, el seguro de sí mismo, el profeta que no fallaba y el único que amaba. Acaban de morir mis óleos y acrílicos, los pinceles con que pintaba, los gises pastel, la tinta, el lápiz, el graffito... hasta mis ojos para reconocer.
No sé que haré, la verdadera soledad no tiene nombre. No sé que haré cuando vea mi firma divagando en uno de tantos trabajos que hice, no sé que haré cuando escuche la palabra arte y me sienta desolado, con la ausencia de mi pupitre en esa escuela o peor aún: con la asistencia del desaparecido Viore que maté cuando fracasó.
Todos alguna vez sintieron un nudo en la garganta, ¿ pero alguien alguna vez sintió un nudo en el corazón? O peor....

¿La verdadera soledad?