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lunes, 6 de febrero de 2012

Mediterránea III

El visto bueno de tu corazón pegado a mi membrana
es una hecatombe rosa y dulce
como tu piel
tus labios
tibios.
Mis tercas manos en tu vientre
nos estorban los ropajes
tu aura
mi sombra
los viejos orgullos .
El delirio franco
de no quererte ver
a ajenos
con una pizca de sombrío
amor.

Amor entre sábanas
con mi sudor entre tu cuello
y el ruido del televisor
el techo
mi cama
tus manos
tus muslos contra los míos
lo dulce de tus labios.

Me meces en tu pecho
me alborotas mi cabello
me soplas de la frente
la sal del sudor
me abrazas
la tierna voz ronca
la lengua en el lóbulo
un te amo susurrado.

Contigo quiero vivir.

viernes, 13 de enero de 2012

Helena y Paris

Tú y yo tenemos un corazón en común, la dicha de nosotros es vernos siempre juntos en sombra y reflejo, en prosa y verso. Tus besos son mi conjuro contra la mala jornada, tus caricias son hecatombes en la monotonía y tu piel es siembre bienvenida a mi sangre etílica. Con el vino te ves más bella, he dicho, con los placeres de artista lo musa que vive en ti brilla y no deja de hacerlo. Tu cabello es nube en el azul de mis óleos, tus ojos imposibles son una flor en invierno y bienvenida seas, amor de mi vida. Bienvenida a mi vida, amor. Amor histórico, amor de cuento y amor de fantasía, que si bien estás conmigo todos los días, nuestro cariño es de película...

Helena y Paris, bienaventurados amadores al calor del fuego de un beso, a la luz azulgrana del cielo moribundo, al aire que soplan tus rojos labios cuando mi sudor se asoma. Bien merecido lo tenemos, bien castigados somos, tener amor cuando pedíamos no complicaciones. Fuimos castigados con el Cupido entre nosotros, con las mariposas entre vientes y con el sexo siempre rosa cuando queremos lujuria entre dos.


Así nacimos, buscándonos. Tú 15 años y yo 18, de búsqueda nos cohibimos hasta llegar al día en que lo inevitable se vuelve universal.
Helena y París, dos mundos y sus lunas.

miércoles, 11 de enero de 2012

Mediterránea II

Caminando sobre Tamaulipas con el cigarro Camel que me prendiste atrás, tus zapatos resuenan al unisono de mis pasos en la acera. Vamos a llegar tarde, ¡qué importa! después de hoy no habrá retraso que me angustie más que no sea el tuyo.
Los árboles se asoman y honran la presencia, una Helena que no es de Troya viene de mi brazo colgada y sí, sigue siendo la más hermosa; mi novia. Quizá sea la tardanza, quizá no. Trattoria Lombardi se divisa a lo lejos y me alegro, total: la sorpresa es de tu cumpleaños. Realzas mi alma con tu sonrisa al tiempo que doy mi Antonio Valencia como reservación y caminamos a la mesa más alejada. Una barra de 15 nichos llena de botellas y a contra luces nos saludan junto con la escultura de la armonía con sus 3 musas. Llega una más.

Se sienta a mi derecha, toma la servilleta y la sacude a sus piernas. Nos dan otra bienvenida, ahora se trata de nuestro chet en turno. Bla bla bla bla, a mí que me importa su focaccia a las hierbas, o el vino de la casa, o su bomba de chocolate. Yo te quiero ver, amor. Amor de ojos imposibles y olor a amanecer descalzo, yo quiero verte con tu cuello desnudo que pide, sutil, el beso húmedo de mis labios rojos. Tengo que esperar, hay que comer. Después de todo es tu sorpresa, ¿verdad que te gustó? ¿verdad que soy un buen novio?
¿Verdad que sí eres el amor de mi vida?

Focaccia a medias, lasagna lombardi, ravioles, vino de la casa. Hablas y no te escucho, misteriosamente sólo entiendo las 4 letras del amor que forma tu boca-corazón. La luz mitiga la noche, la noche la mitigas tú. Esa misma luz cálida, amorosa, romántica, tierna y taciturna que nace de la llama a tu derecha nos viene bien. El tiempo se congela, se calienta mejor dicho.
Tomas la copa con tu mano fina y blanca, la empinas contra tu rostro aterciopelado y no es que vea tus pechos siempre, pero tu piel es durazno a éstas alturas y es inevitable. Me ves, sonríes. Eres el amor de mi vida, sonríes.
Quizá éste tipo de cenas sean las que nos gustan a ambos, quizá sólo sea porque hoy te ves más hermosa que nunca y yo más joven que siempre. Quizá no.

Pasaremos juntos la eternidad, usted y mi yo grabados en las 7:35 del 26 de noviembre mientras mi delirio transcribe a futuro un matrimonio entre el mejor artista de la ciudad de México y la mujer más hermosa del infinito ¿me perdonas? a veces no te entiendo, a veces te celo porque ves mucho a la luna, a veces llego ebrio de la nada y siempre me acobijas. Así es el amor, quizá yo podría perdonarte todo, una infidelidad por ejemplo. Pero no lo harás. Eres perfecta y tu oficio requiere tiempo completo en pos de. Mi tierna niña, no sabes lo que te espera conmigo. Una rica vida rica, dos perros quizá. Un mono. Nuestra casita que resulta ser la mejor adornada de Coyoacán, mi estudio lleno de pinturas tuyas y otras más de putas que sólo nacieron para la imagen y no para más. El cuarto nuestro, quizá el de nuestros hijos. Las muchas plantas y el árbol de granada, el limón, el de durazno. Nuestro pasto siempre verde aunque sea invierno y yo te haga el té que tanto te gusta cuando estás enferma. El sexo tuyo contra el mío, nuestro sexo diurno que toma vino Carmeniere y uvas moradas sin huesito. Tu tan cuerpo y yo tan delito, tu tan escritora y yo tan letras. Bienvenida, amor de mi vida. Bienvenida a la vida, mi amor.

Bajas la copa, muerdes tu labio, tomas mi mano. Te beso. Después de tanto sigues siendo el amor de mi vida sin siquiera vivir esa utopía que no tiene nada de sobria. ¿Te sigue gustando tu cumpleaños?

Chocolate, helado, frutas y mousse a medias.

Nos despedimos del lugar, ahora sí, dispuestos a hacer realidad mi delirio.

Feliz cumpleaños.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Tu cuerpo lo dibujé yo

Lo primero que miro son tus ojos, la sombra de éstos al cerrarse: la luz de ellos al mirarme. Sigo caminando la mirada por tus pestañas negras y grandes, tus cejas al unisono de la estética por excelencia y el mechón de cabello de color tostado que cae sobre tu frente. Tus rizos son un hermoso pasatiempo sedoso en que siempre me pierdo. Miro las comisuras de tus labios al sonreír, lo carmesí de unos labios que bien conozco y la centella blanca que los persigue... tu sonrisa. Corro a tocarte la curva que precede a tu rostro, le dicen cuello pero para mí es arte.

Tu arte que se alza entre dos hombros uniformes y suaves, tu arte esbelto que clama mis yemas y el vaivén de mis muñecas sobre el mismo. Le sigue tu garganta siempre trémula con te amos encerrados y los pechos aferrados a tu corazón, los pechos blancos de piel y rosas de pena por mis ojos al acecho con sus pezones delicados como nichos que pisan mis labios tímidos. Después hay una delgada línea entre ellos que baja,vertical, hasta tu vientre, pasa por la firmeza de músculos y carne abrazada que seducen y provocan a cualquiera. Tu ombligo que sale a la vista e invita mis caricias, mis caricias que te dan la vuelta y encuentran la misma línea vertical que ahora, se alza sobre tu espalda hasta tu nuca. Mis caricias que bajan sin aviso hasta los hoyos de Venus a la silueta de Afrodita que te adjudico. Mis dedos caminan, tropiezan.

Mis dedos tercos que buscan ahora tus muslos tibios y carnosos partiendo tus piernas en dos secciones hasta tus dedos que juegan con los míos desnudos.

Todo eso miro y veo cuando me besas con los ojos cerrados y los míos, tramposos, se abren y exploran tu cuerpo. Tu cuerpo a deseo de Da Vinci, de lo erótico de Dalí, de la perfección que no cantaba Miguel Ángel. Esa silueta larga, ese arte que sostienen tus ideas y ojos imposibles, los pechos pequeños y aferrados; las caderas a altura de tus hombros dibujando curvas entre tanto y tanto.

Tu cuerpo fue dibujado por uno como yo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Lo que me gusta de ti.

Lo que me gusta de ti son tus ojos trémulos,
ávidos de vida, ansiosos de mí;
el corazón caliente que abraza mi cuerpo
y las entrañas que lo tientan.

Lo que me gusta de ti
es el amor en sonetos
y el otoño que lo adopta:
la siempre mirada tibia
y borrosa
de tus ojos de ámbar.

Me gusta tu cuerpo a sombras,
la línea oblicua de tu espalda
y los hoyitos de venus
amoldado a mis caricias.

Tu cuello, que se alza sobre
la silueta esbelta de mi
lienzo favorito.

Me gusta mi saliva que apenas se divisa
en tus labios carmesí
y también el olor jazmín
de tu cabello de cien mieles.

Me gusta como amansas
mis delirios, la delgada línea
del sueño y el deseo.

Pero sobre todo
me gusta el yo...
contigo.