Parecía ser uno de esos días en donde caminas sin esperar nada, miras a todas partes como queriendo encontrar algo que rompa la monotonía de todas las imágenes predispuestas o simplemente quieres ver correr el sol a lo largo del campo celeste arriba de ti.
Pensé que el algarabía de las personas se fundiría con el de los organilleros que parecen hacer sonar más sus sombreros con monedas pequeñas, muy pequeñas y extra pequeñas que girar la manecilla del órgano. Pensé oír la armónica del mismo abuelo que se pasa los días sentado en la misma acera dónde yo alguna vez estuve refugiado en los brazos de Sharon, pero cómo ya se darán cuenta no sólo fue así.
Estaba perdido entre mares de gente, entre los globos alzándose sobre la iglesia, entre el sol que, pálido, dejaba ceder el frío entre sombras que ya huelen a invierno, sólo recogía miradas que me parecían simpáticas al tiempo de una sonrisa. Escuchaba música a lo lejos, parecía jazz.
Así, sin previas esperanzas, sin nociones transcritas en cálidas intuiciones, sin más búsqueda y menos desesperanza, la vi. Era alguien, y cuando digo esto quiero decir: Alguien. Alguien desde ese instante para mí, alguien con una imagen que me grabé con una sonrisa, alguien que desahució la monotonía en ese pacto de 10 segundos. Alguien que me correspondió con una mirada, con una sonrisa.
En fin, fue alguien.
Coyoacán de mis amores, al olor del café Jarocho, de las bancas verdes, blancas y de madera. Con todas esas luces de noche, con sus invitados que son muchos. Y con sus indiferencias, que son pocas. Va y viene, viene más que cuando se va, con sus espectáculos de calle, con sus risas mudas de los mimos, con esos gestos de nariz roja y pelucas de colores. Con los niños corriendo, con los perros que sacan a pasear a sus dueños haciendo alarde de su silueta. Ése es Coyoacán, el de mis amores. En dónde las artesanías conviven con sus artesanos y parejas, donde los atrapasueños cobran vida. Coyoacan que se viste de rocío de mañana, de tonos sepias al atardecer y de un extraño misticismo por la noche. El de los negocios, los puestitos que parecen boticas, las mujeres caminando con una canasta de dulces y cigarros. El del caminar. Coyoacán de pasos, del kiosko. De la lectura bajo los árboles, en frente de la fuente que sopla llovizna, de las ardillas que bajan a enseñarnos su hambre para esperar un trozo de pan o semilla.
Hoy le escribo al Coyoacán que resulta ser mi refugio utópico, pues lo abandono después de las ocho cuando mis ojos por fin se llenan de letras por escribir y no necesito más. Escribo al Coyoacán de mis amores, de Jazmín, de Sharon.
De esa mirada que ayer me encontré decidida a ser un buen motivo para escribir.
Así es Coyoacán, tan irremediablemente complejo que no puedo ni escribir un pequeño pedacito de lo que en realidad es, de mis amores.
2 comentarios:
Coyoacán de mis amores .!
Como olvidarloo.. sii
ahii esta mi mundo & el tuyo .!
Si de ahi nacieo nuestra pequeña
coincidencia..
Nuestroo unico lugaar favorito en el mundo
..Coyoacán .!
Bonito escrito vio .. :)
"Nosotros" ya no existe. Gracias por leerme.
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