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lunes, 7 de febrero de 2011

A las lágrimas.

No sé yo que tenga de cierto,
el hecho que las lágrimas salgan
del corazón y no del alma.
O viceversa.
Hay días en que los atardeceres
se cimbran sobre mis recuerdos
y éstos me afligen
al punto de quererme ciego.
O el viento, ¿qué diré yo del viento?
Si él susurra palabras, oraciones
y también sentidos.
Sentidos de ayeres amordazados
por gélidas vivencias de orden
amoroso o también trágico.
La vida es un suspiro.
Suspiras un día por ella y
al otro por su ausencia.
Perdón, lágrimas, las he sacado
a relucir mis nostalgias.
A que me bañen de realidad entre
mejillas y rueden
como el tiempo
sin medidas.
Gracias lágrimas, porque
me recuerdan vivo.
Me sienten
me carcomen
me hacen reír
y también gritar.
Cambiarme de persona
y esconderme bajo las sábanas.

Gracias, porque sin ustedes
no pediría abrazos.
No sé yo que tenga de cierto,
el hecho de que las lágrimas
vengan del cielo o la tierra.
Del superfluo ir y venir
de personas que te cohíben
o de la tediosa rutina
en donde sueñas utopías
y casi siempre mueres
al intento.

Mis lágrimas, gracias por enseñarme
que lo anterior no es cierto.

El corazón y el alma son una sola
lágrima
de dicha
o tristeza.

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