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domingo, 19 de diciembre de 2010

A Abril.

Si bien la palabra intriga
pudiera ser un epígrafe
de Abril, mis allegados
escritos podrían ser
el cuerpo,
un modus operandi...
la sola anticipación de
un introito que se
merece con honores.
Podría quererla a letras
y no cansarme.
Dejar de contar
estrellas
para por fin guardarlas
en mi bolsillo
que es grande
cuando la miro
cuando la leo
cuando me intriga.

También podría regalarle
una que otra parcela
de mi vida
vivencias que saben
a etílicos y otras
tragedias del mismo grado.
Podría enseñarle los
pedacitos de ilusión
que tengo,
por si acaso ella
quisiera arreglarlos.

No le daría a cuidar
mis nostalgias
que tanto me pesan;
si acaso le pediría
tocara el piano para
amansar mis gélidos segundos
en que muero, revivo
y por fin grito
la hora de mi deceso.

Curaría sus años
sus miedos.
Embriagaría de un solo
golpe su sonrisa
para tenerla siempre
segura en mis soliloquios
en mis lienzos
en mis atardeceres.

Eso es lo que le dedicaría
a Abril
si
estuviera aquí
y si existiera.

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