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lunes, 29 de noviembre de 2010

A la botella

Debo decir que éstos cuatro días han sido la luna de miel que no tendré jamás. El sentir tantos grados etílicos en mis labios y cómo de repente el mundo voltea a verme son hechos que quizá nadie pueda entender en la medida yo lo hago.
El alcohol es mi placebo para el mal de amores , y eso para mí sólo es un preludio de otra idea que llega a poner mi sobriedad en duda.
"El único amor sincero es del alcohol, y eso, hay resaca. ¿Qué me podría esperar yo de algo que no se compra en una vinatería?" .
No sé que tenga dentro de mi, de mi sentir. De esas exaltaciones que por ratos llegan y piden a sed un trago a la botella, al botecito con licor, a la lata de tonos oscuros y sabor a whisky. A la resaca por la mañana que suele terminar en un vórtice de miradas al vacio de la inerte contemplación. Hoy le escribo a la botella, a sus bienaventurados efectos introspectivos que rebuscan con júbilo y a veces con nostalgia, las respuestas que sobrios no nos atrevemos a reclamar. Le escribo al amor de mis amores, a la bebida que ha acompañado a Van Gogh, Picasso, Pollock, Benedetti, Borges y demás cantautores de la vida misma. Hoy le dedico un pedacito de mis letras a la botella, la que no me pone excusas para desinhibirme con el pincel mojado en óleos. Para quien me toma de la mano aún cuándo esté sucia de graffito y otras tragedias.
Esa es mi botella.

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